Enganchadísima estoy al libro «Es mi Tipo» de Simon Gardfield. En él se hace un repaso a la historia y al uso de los diferentes tipos de letra. Desde que estoy leyéndolo, no puedo dejar de pensar en fuentes, y trato de adivinar cuantos tipos se me pasan por delante durante el día.
Sorprendente el experimento que realizó el diseñador tipográfico Cyrus Highsmith, resulta que decidió pasar un día sin Helvética, resultando sus quehaceres diarios casi imposibles. Éste es el extracto:
» Hace unos años, un neoyorquino de nombre Cyrus Highsmith puso en riesgo su vida tratando de pasar un día sin Helvetica. Como diseñador tipográfico, sabía que constituiría todo un reto. Cada vez que viera algo escrito en esa fuente tendría que apartar la mirada. No podría tomar ningún transporte con rótulos en Helvetica, ni comprar ningún producto que presentase esa fuente en su envoltorio. Quizá tuviera que caminar hasta el centro de la ciudad desde las afueras, posiblemente pasaría hambre.
Los problemas comenzaron en cuanto saltó de la cama. Las instrucciones de lavado de la mayor parte de sus prendas de vestir estaban escritas en Helvetica. Rebuscó y terminó poniéndose una camiseta vieja y unos pantalones militares. Para desayunar tomó té japonés y un poco de fruta, saltándose el yogur habitual (etiqueta en Helvetica). No pudo leer The New York Times porque lleva Helvetica en los epígrafes de los gráficos. Quedaba fuera de toda duda que no podría coger el metro, aunque para su alivio dio con un autobús libre de Helvetica.
Para almorzar se propuso ir a Chinatown, pero tuvo que cambiar de restaurante porque la letra de la carta del primero le resultaba familiar. Había eliminado previamente Helvetica de su ordenador de trabajo, pero, obviamente no pudo navegar por Internet. Llegó tarde a casa porque no pudo consultar los horarios de transporte y se vio obligado a ser selectivo con el dinero porque Helvetica honra con su presencia a los nuevos billetes de un dólar. Inevitablemente, Helvetica aparecía también en sus tarjetas de crédito. Por la noche, pensó que podría ver la tele, pero los mandos a distancia estaban rotulados en Helvetica. Así que se dedicó a leer El Largo Adiós de Raymond Chandler (edición compuesta en Electra).
Tras superar aquel día sin Helvetica, Highsmith se hizo una pregunta filosófica: «¿Son necesarias las fuentes tipográficas para vivir?». La respuesta, desde luego, es que no, no al menos como lo son el agua y el alimento. Pero, ¿se puede vivir hoy en día sin Helvetica? Eso es más difícil de responder.»