Me lo habían dicho, me lo habían contado, había visto fotos… me hacía una idea, pero nada comparado a cuando estás ahí en las alturas, con la inmensidad del mar y de la ciudad a tus pies, pisando piedras centenarias cargadas de historia. La vista a las terrazas de la Catedral de Mallorca es algo impresionante. Nunca habíamos tenido la oportunidad de ver Palma desde esa perspectiva y te das cuenta de la altura y proporciones del edificio, así como de su posición privilegiada mirando al mar.
La visita comienza subiendo estrechos escalones en caracol, hasta un total de 215 hasta llegar a lo más alto, pero por suerte en tres tramos. Primero nos paramos en una sala con unos grafitis antiguos, y piezas de órganos. Continuamos para llegar al campanario, el imponente n’Eloi preside la torre. Y ya salimos a las terrazas, a los pies de los arbotantes, mirando a la ciudad por un lado y al Parc de la Mar por el otro. Entre un lado y otro, la joya, el rosetón de levante… más de 100 m2 cuadrados de vidrieras de colores, el causante de los curiosos fenómenos que se producen durante el año. Sobre la fachada de poniente se goza de las mejores vistas, el Palacio de la Almudaina, el puerto, el paseo del Borne, la multitud de iglesias que sobresalen por los tejados y azoteas…
Si encima el día es claro y el cielo está azul, el espectáculo está garantizado. Aunque haya tenido que coincidir mi visita con uno de los días más calurosos del año, 38 grados.
Aquí se pueden ver todas las fotos de la visita.