El Círculo Dorado (o Golden Circle) es la excursión de un día más popular de Islandia, por su cercanía a Reykjavik y porque te permite ver de un tirón varias maravillas de la naturaleza del país. Se llama así porque el punto culminante es la catarata Gullfoss que en islandés significa cascada dorada. En ese mismo día se pueden ver también otros lugares importantes, el Parque Nacional Thingvellir y el campo de géiseres de Geysir. Pero aunque se pueda hacer en un día, al final te sabe a poco, te gustaría dedicarle más tiempo a cada lugar y además, hay muchos otros sitios en la ruta que también merecen una parada. Por eso, lo mejor es hacerlo a tu aire en dos días, durmiendo en uno de los muchos alojamientos rurales que hay por la zona.
Dadas las circunstancias post-covid, la isla está vacía de turistas, así que es un auténtico privilegio poder visitar sitios que normalmente están a rebosar y en donde hay peleas para sacarse la mejor foto. Ha sido la primera vez que he cogido coche en Islandia y la experiencia no ha podido ser mejor, seguramente beneficiada por el escaso tráfico en estas carreteras tan turísticas.
Tres veces he hecho yo esta ruta, en momentos muy distintos del año, en enero por ejemplo se hace saliendo muy pronto de Reykjavik y llegando a Thingvellir cuando aún no ha salido el sol, con lo que apenas puedes ver nada. El frío es tan intenso que no te apetece ni salir del autobús. Y a las 4 de la tarde ya estás volviendo porque el día es muy corto. En cambio, ahora en junio tienes luz de sobra para pasar horas y horas a tu aire. Mi ruta estaba cuadrada en base a mi principal objetivo, el snorkel en Silfra del que hablaré más adelante. Así que, quizás no sea el orden más frecuente, pero al ser un círculo tienes libertad para empezar y acabar por donde quieras.
Para salir de Reykjvaik tienes dos opciones:
- o bien tirar hacia el norte por la carretera 1, y después desviarte por la 36, donde llegas directamente a Thingvellir
- o bien tirar hacia el sur también por la 1 y casi al llegar a Selfoss tomar la 35 hacia Geysir. Una variante, sólo disponible en verano, es también empezando hacia el sur por la 1 y desviarse por la pintoresca 431-435. Ésta la hice yo de vuelta.
Yo me decanté por tirar hacia el sur, parando primero en Kerid Crater, donde siempre es una gozada poder apreciar los colores rojizos y el agua color turquesa. Estaba sola, completamente sola, tenía todo el cráter para mí. Hice cuadrar así la hora de un almuerzo temprano en Friðheimar, en Reykholt, un invernadero de tomates muy conocido por sus cultivos geotermales y ecológicos. Comer a 24 grados rodeada de tomateras y amistosas abejas es toda una experiencia.
Siguiendo la carretera 35 hacia el norte, pasas por Faxi, una pequeña cascada olvidada en todos los folletos turísticos, pero no por ello menos bonita. En cuanto la carretera intersecciona con la 37, en condiciones normales te desviarías a la derecha para llegar a Geysir, pero me fui a la izquierda para visitar Bruarfoss, una cascada a la que se llega después de una caminata de 45 minutos de ida y otros tantos de vuelta. Por el camino, pasas por Hlauptungufoss y Midfoss, otras dos cascadas igual de bonitas, con aguas de color azul intenso. No me encontré a nadie por el camino, sólo a un señor con dos perros a la vuelta.
Rumbo a Geysir, nadie por el camino, sólo ovejas. Al llegar, muy pocos coches en el parking y la mitad del centro de visitantes cerrado. Por suerte la cafetería abierta donde pude tomarme un reconfortante café. En la zona de los géiseres nadie, sólo una pareja islandesa con la que estuve charlando un rato, comentando la situación. Me dio como pena, no sé, pensar que estaba todo vacío, y que la naturaleza no se detenía por ello. Era una sensación como de pensar, ¿por qué no apagan el géiser si total no hay nadie mirándolo?, ¿no tiene un botón de on-off? Aproveché para subir a la colina, algo que no puedes hacer en los tours, por el tiempo limitado. Desde lo alto la vista es impresionante y la sorpresa al llegar arriba de ver lo que hay al otro lado, un valle intensamente verde salpicado por algunas casitas y el lento transcurrir de un río.
Sólo diez minutos más en coche y llegas a Gullfoss, la todopoderosa Gullfoss. Cada vez que la veo pienso lo mismo, cómo puede llevar tanta agua, a todas horas, sin parar… otra vez esa sensación de… por Dios, qué alguien cierre el grifo! El acceso de arriba estaba cerrada por obras de acondicionamiento, así que sólo se podía visitar desde abajo, suerte porque es justamente la parte que no había podido ver en las otras ocasiones. Llegar hasta el final del camino, donde te empapas de arriba a abajo, con ese ruido ensordecedor del agua, es algo que hay que vivir sí o sí.
Acabé el día deshaciendo el camino para pegar un vistazo al pueblo de Laugarvatn y buscar desde allí mi alojamiento, una casita ideal en una verde pradera llena de ovejas. Austurey Cottages son 6 casitas con vistas al lago y a las montañas, donde puedes conocer a las ovejas y caballos de la granja, y donde puedes dormir de lujo con todas las comodidades en un entorno rural.
Al día siguiente salgo emocionada hacia Silfra, la fisura del Parque Nacional Thingvellir, donde se practica buceo y snorkel. Es un sitio único en el mundo por muchas razones. Primero, por sus aguas cristalinas, de una pureza extraordinaria. Eso se debe a que el agua proviene del cercano glaciar Langjökull, el segundo más importante de Islandia. El hielo se derrite y busca su camino por el subsuelo, por cuevas de lava que obstruyeron el camino natural del río tras una erupción. Pueden pasar más de 30 años hasta que ese agua filtrada, limpia de impurezas, llegue al lago, generando esta suave corriente a una temperatura permanente de 2 grados. El segundo motivo es que la zona está plagada de las fisuras creadas por la separación de las placas tectónicas norteamericana y euroasiática, con lo cual estás nadando sobre enormes grutas y cavidades rodeada de dos enormes muros, prácticamente estás nadando entre dos continentes.
Hice la actividad con dive.is. Te recomiendan traer ropa interior térmica y calcetines de lana, y luego te equipan con una especie de mono para protegerte del frío y con un traje seco completamente sellado en el cuello y las muñecas, para que no se filtre nada de agua. Sólo tendrás expuesto al agua gélida parte de la cara (los labios sobre todo) y las manos, pero gracias a llevar guantes de neopreno no se nota tanto el frío. Al entrar en el agua, el traje, por la presión, se hincha e impide que te sumerjas.
No voy a poder describir con palabras lo que se siente. Al bajar la pasarela hacia el agua, ves la superficie oscura y nada hace presagiar lo que hay ahí abajo. Pero en cuanto miras al fondo con las gafas, lo que ves te deja sin habla. El color del agua y la nitidez de los detalles es algo increíble, parece como si estuvieras viendo un documental en 3D. El recorrido empieza muy suave, te dejas llevar por la corriente a través de unas estrechas grietas, para llegar a lo que han llamado «la catedral», donde la fisura adquiere unas dimensiones colosales y donde la visibilidad alcanza su punto máximo, desde un extremo puedes ver el otro a 100 metros. Para evitar que la corriente te arrastre al lago, en un determinado punto hay que girar y nadar contracorriente hasta una laguna, donde las aguas tranquilas te permiten explorar con tranquilidad los fondos.
Una experiencia única, que se puede hacer en verano, en invierno, con un día de sol, con lluvia, nieve, y siempre es igual de impresionante.
(Fotos subacuáticas hechas por Ele, de dive.is. Gracias también a Tania por el soporte en superficie)
Una vez vivida esta apasionante experiencia, volví hacia atrás para relajarme en el Fontana Spa, en Laugarvatn. De Thingvellir a Laugarvatn la carretera es espectacular. Es tan recta y con tanta visibilidad que te puedes parar durante minutos a hacer fotos sin que venga nadie. Me adentré por un camino que lleva a las montañas y llega a una curiosa cueva, pero me dio miedo la carretera de grava, especialmente porque no me fiaba de mi Kia Picanto y no llevaba seguro de lunas y porque en el fondo yo soy una miedica, qué le voy a hacer. Así que di la vuelta.
El Fontana Spa no me gustó. No era lo que esperaba, no sé si fueron las circunstancias o qué, pero no lo disfruté. Hacía mucho viento, había un grupo de despedida de soltera, muchos niños, y sobre todo muchos mosquitos. Así que me fui pronto. El pueblo tampoco tiene mucho más. Me dirigí entonces a lo último que quería ver, el Parque Nacional de Thingvellir. Sí, sé que hice varias veces el mismo camino de ida y de vuelta, pero fue obligada por tener que cuadrar los horarios del snorkel y del cierre del spa. No fue fácil, cuando ya tenía todo el itinerario montado me cambiaron el snorkel del jueves al viernes a una hora más temprana, y tuve que rehacerlo todo. Pero esta vez volví al parque por otro lado, bajé por la 37 hasta la 35, por la que había empezado el día anterior, y pasado Kerid me desvié por la 36 hasta tomar la pequeña 360 que bordea un laguito hasta la famosa iglesia Úlfljótsvatnskirkja, situada en lo alto de un promontorio frente al lago. Ojo, la carretera es de grava durante un tramo. Volviendo a la 36 llegas directamente al parque, que tiene varios accesos. Durante el camino me acompañó una nube de lo más curiosa, tenía forma de cometa y detrás de su estela se escondía el sol.
En el parque, y ya por la hora que era, no había absolutamente nadie. Aquí sí que me dio un poco de miedo, sobre todo cuando me adentraba en esos pasillos entre los inmensos muros de piedra de la fisura generada por las placas tectónicas. Si me pasaba algo, nadie me encontraría… La zona es abrumadora, hileras de muros de piedra surcan la tierra como enormes cicatrices, sólo rotas por una cascada. Seguramente reconoceréis el paisaje por haberlo visto en Juego de Tronos. En el valle hay una pequeña iglesia y su cementerio y la residencia de verano del primer ministro islandés. En este parque se fundó el primer parlamento del mundo.
Para volver a Reykjavik se puede tomar la carretera 435, que sube y baja montañas de tonos marrones y transcurre casi todo el rato paralela a enormes tuberías de agua caliente.
Alquiler del coche 2 días, Kia Picanto, con seguro premium: 112 euros
Gasolina: 36 euros (poco más de medio tanque), 435 kilómetros
Snorkel (con fotos): 90 euros
Alojamiento una noche: 72 euros
Entrada al Spa: 14 euros
Comida en el invernadero de tomates: 25 euros
Día 1: Reykjavik-Austurey Cottages
Día 2: Austurey Cottages-Reykjavik
Fecha de la ruta: 4-5 Junio 2020